El grito que faltó

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El grito que faltó

Claudia Sheinbaum hizo historia el 15 de septiembre. No solo porque fue la primera presidenta en dar el Grito de Independencia en México, sino porque eligió palabras que cambiaron la tradición: nombró a las heroínas sin apellidos impuestos por sus esposos y a las anónimas que viven en la memoria colectiva.


También reconoció a las mujeres indígenas, gesto que devolvió a las mujeres el lugar de protagonistas que les había sido negado por siglos.


Pero en esa noche de símbolos, el silencio fue tan elocuente como las palabras, lo señaló la primera actriz Luisa Huertas, al recibir el Ariel a Mejor Actriz por su papel en No nos moverán, quien dedicó su premio “a todos los muertos y desaparecidos en nuestro país en todas las luchas, y a las madres buscadoras, a las que no se les tomó en cuenta hace unos días”.


La ovación que recibió la actriz contrastó con la omisión presidencial: esas madres, que día tras día excavan con las manos la tierra en busca de sus hijas e hijos, no aparecieron en el balcón de Palacio Nacional.


No es un reclamo menor. Las madres buscadoras en México son hoy el rostro más claro de la ética y el dolor juntos. Su lucha por verdad y justicia es incómoda, porque nos recuerda que seguimos siendo un país donde la independencia está incompleta: no puede haber libertad mientras se niega el derecho a la memoria.


Y esa ausencia también conecta con otras geografías. ¿Cómo no pensar en las madres palestinas que, bajo bombardeos y despojo, siguen buscando a sus hijos entre escombros y fosas improvisadas?


La maternidad atravesada por la violencia se parece demasiado aquí y allá: mujeres que sostienen la vida mientras la guerra o la desaparición intentan arrebatarla.


En los próximos días, la Asamblea General de la ONU en Estados Unidos, se discutirá la paz, el reconocimiento de Palestina y el rumbo de los derechos humanos en el mundo. México no puede hablar de justicia global sin escuchar primero a las mujeres que claman justicia en su propia tierra.

Reconocer a indígenas y heroínas anónimas fue un avance, sí. Pero el grito de independencia también debería ser un grito de justicia. Y en ese coro faltó la voz de las madres buscadoras: las que, desde el polvo de las fosas, encarnan la independencia más difícil, la de no rendirse ante el olvido.

El grito que faltó

Mónica Franco
Mónica Francohttps://www.sucesospuebla.com
Mónica Franco es comunicadora con 25 años de experiencia en periodismo, comunicación social y formación en temas de género y liderazgo. Con la identidad simbólica de Gitana Insurrecta da voz a las mujeres y sus luchas desde el periodismo crítico, la pedagogía y la acción colectiva.

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