El ladrillo mareador
Cuando conseguimos un trabajo importante en el gobierno o un cargo público, a veces nos la creemos demasiado y perdemos de vista que es algo temporal. Lo que realmente importa es cómo ejercemos esa responsabilidad, cómo tratamos a la gente y qué tan bien hacemos nuestro trabajo, porque eso es lo que queda después de que nos vayamos.
El problema es que algunos se vuelven tan engreídos que piensan que son los dueños del mundo. Eso los lleva a tomar decisiones sin pensar en lo que realmente importa y a creer que pueden hacer lo que quieran. Pero esa actitud puede meternos en líos tanto en lo personal como en lo profesional.
El ego inflado nos hace creer que somos mejores que los demás y que merecemos privilegios especiales. Eso puede llevarnos a abusar de nuestro poder y a hacer cosas poco éticas o incluso ilegales. Y eso, obviamente, no termina bien.
Además, si nos creemos la gran cosa, es probable que dejemos de escuchar a los demás y de trabajar en equipo. Nos volvemos sordos a las opiniones y sugerencias de los demás, lo que puede llevarnos a cometer errores graves.
Para evitar caer en esas trampas, hay que recordar que somos seres humanos antes que cualquier cosa. El trabajo es importante, pero no lo es todo en la vida. Tenemos que mantener los pies en la tierra y no perder de vista quiénes somos realmente y de dónde venimos.
El poder y la posición son temporales, pero el impacto que dejemos en la gente y en la sociedad perdura mucho más. Así que mejor pensemos en cómo queremos ser recordados y tratemos de hacer un buen trabajo sin creernos los reyes del mundo.
Cuando tenemos un cargo importante en el gobierno, no dejemos que el éxito se nos suba a la cabeza. Actuemos con humildad, escuchemos a los demás y trabajemos en equipo. No abusemos de nuestro poder y recordemos que la vida es mucho más que solo el trabajo. Así podremos dejar un legado positivo y duradero en la sociedad.
El ladrillo mareador