Sofía Rodríguez
Como si la pandemia no fuera suficiente preocupación para los poblanos, un par de días ante de que terminara mayo apareció un socavón en Santa María Zacatepec, comunidad perteneciente al municipio de Juan C. Bonilla.
Un agujero que inició con una dimensión de cinco metros de diámetro, término por alcanzar una extensión superior a los 120 metros y una profundidad mayor a 50 metros que devoró una casa ubicada en la zona. La misma que presenció día con día el crecimiento de la oquedad.
De la tragedia, el socavón pasó a ser un atractivo turístico. Gente de la localidad aprovechó la visita de cientos de personas para comercializar alimentos y bebidas, suvenires y hasta recuerdos para llevar a su hogar. Se instalaron en el perímetro del agujero a pesar del riesgo que representaba.
En tanto, productores de la región de maíz, flor, y otras hortalizas eran indemnizadas por el gobierno del estado ya que sus cultivos también habían sido tragados por el enorme socavón.
Todo eso mientras investigadores del Instituto Politécnico Nacional IPN buscaban el origen de su aparición. Hasta julio, expertos concluyeron que el tipo de sedimentos naturales y originales de la zona, los efectos climáticos y la actividad humana para la extracción de agua erosionaron el suelo hasta llevarlo a su colapso.
Su versión contraria a la de Conagua que atribuyó el fenómeno a causas naturales y no a una sobreexplotación. La UNAM, en tanto, compaginó ambas hipótesis pues si bien de trataba de una falla geológica, la actividad humana también contribuyó a su creación.
Alrededor de este agujero no sólo fue noticia la actividad comercial que se detonó en la región sino también la caída de dos perros que afortunadamente fueron rescatados. Posteriormente también dieron nota un grupo de jóvenes que brincaron el cerco de seguridad e hicieron pública la hazaña, así como un grupo musical que escribió una canción dedicada al socavón y la grabó en el sitio. Hoy la zona luce desolada.
