Tres años sin justicia: la voz de Cecilia Monzón sigue viva
La mañana del 21 de mayo de 2025, el silencio habitual frente al Tribunal de Enjuiciamiento fue interrumpido por consignas, flores y pasos decididos. Un grupo de mujeres, activistas y familiares se reunió para conmemorar el tercer aniversario del feminicidio de Cecilia Monzón y presenciar la audiencia número 13 del juicio, que después de meses de dilaciones aún no ha llegado a una sentencia.
Las rejas del penal de San Miguel se cubrieron de girasoles, el símbolo que desde 2022 acompaña la exigencia de justicia para Cecilia. Pancartas, fotografías y consignas tejieron un nuevo manto de resistencia. Entre las presentes, Lulú Barrera, del colectivo Por las Mujeres de Puebla, tomó el megáfono: “Cecilia fue una mujer que alzó la voz contra quienes perpetúan la violencia y la impunidad. Hoy nos toca a nosotras no callar”.
El juicio ha estado marcado por retrasos, tácticas dilatorias y la clara intención de desgastar la búsqueda de justicia. Desde que comenzó en marzo, las audiencias han sido interrumpidas por cambios de defensa, inasistencias de abogados y recursos legales presentados por los acusados, entre ellos el ex político Javier López Zavala. Sin embargo, la Fiscalía ha sostenido su caso con pruebas sólidas, incluyendo la confesión de uno de los autores materiales, quien señaló a Zavala como autor intelectual del crimen.
Desde España, la madre de Cecilia, Cecilia Pérez, habló para El País: “Han sido tres años horribles, luchando con la esperanza de la justicia que no llega”. A pesar de la distancia y el dolor, la familia Monzón no ha cesado en su lucha. Fruto de esa resistencia es la “Ley Monzón”, aprobada en Puebla y otros estados, que impide que feminicidas conserven la patria potestad de sus hijas e hijos.
Este mismo día, en el Congreso de Puebla, activistas recordaron a Cecilia durante un foro sobre violencia vicaria. Allí también exigieron reformas más profundas que garanticen la vida, la libertad y la seguridad de las mujeres en México.
A tres años de su asesinato, la figura de Cecilia Monzón permanece como un símbolo de lucha y dignidad. Su memoria no solo vive en su familia y en sus compañeras de causa, sino en cada mujer que decide alzar la voz frente a un sistema que aún protege a los agresores. Porque el camino hacia la justicia no termina con una sentencia: empieza con la certeza de que ninguna vida puede ser silenciada sin consecuencias.